miércoles, 9 de mayo de 2012

Las ciudades y la política: algunas reflexiones sobre Madrid

Una de las realidades a las que, desde hace décadas, se enfrenta el PSOE y, en general, la izquierda, es la que constituyen las ciudades. De ser, en la primera década de la transición, centros neurálgicos del progresismo, referencia de las políticas transformadoras (el"vivero" de votos de la derecha estaba en el ámbito rural con excecpción de Andalucía y, en parte, de Extremadura), han pasado a ser bastiones casi inexpugnables del PP. La metáfora más evidente de ese cambio la tenemos en la Comunidad de Madrid, en la que en una década el antaño llamado y mtificado "cinturón rojo" ha quedado reducido a dos o tres municipios aislados: Fuenlabrada, Parla y.. muy poco más. La ciudad de Madrid no ha sido excepción: incluso se ha convertido en paradigma de una derecha sólida, inamovible, a imitar por el conjunto de la derecha del resto del Estado: incluso los apoyos perdidos por el PSOE por su centro han ido a un partido dudosamente progresista como UPyD. El "rompelosas de todas las Españas" al que cantara Machado, o el rompeolas de la democracia de Tierno Galván es hoy la ciudad "martillo de herejes" de la izquierda. No hay más que valorar su mapa electoral para medir con claridad las dimensiones de ese proceso. El PP, a pesar de perder en la capital en las últimas elecciones municipales casi 6 puntos respecto a 2007, supera en casi 2 puntos el doble del porcentaje electoral obtenido por el PSOE, que con un 23,93, presenta un mínimo histórico. Izquierda Unida casi duplica su porcentaje de apoyos de 2007 y UPyD, inexistente en 2007, roza el 8%, con 5 concejales.

Madrid desde Vallecas
Ha pasado un año desde aquel resultado y la gran pregunta que, desde una óptica progresista, de izquierdas, cabe hacerse es la siguiente: ¿ha aprendido el PSOE, la fuerza mayoritaria de la izquierda, la lección? Creo que a la luz de la labor que se está desarrollando en la oposición, no del todo. Probablemente, pese en ello la influencia que en este tiempo ha tenido en Madrid la política nacional, pero, en todo caso, hay algunas variables que conviene considerar, variables que van del grado de desconocimiento ciudadano de las propuestas municipales planteadas por el grupo socialista en el Ayuntamiento hasta la falta de identificación del electorado (y de manera especial de los vecinos de los barrios más proclives a votar socialista) con dos o tres grandes propuestas que conciten una atención continuada y una empatía entre ciudadanía y PSOE en el ámbito de Madrid. La sensación que tiene el ciudadano es que realizamos una labor de oposición pegada a la coyuntura, esencialmente declarativa y parcelada (hoy impuestos, mañana deuda, pasado limpieza y al otro contaminación, etc..), pero que  no se traduce en una propuesta alternativa de ciudad, propuesta que apuntaba, con rasgos muy definidos (una ciudad a la medida del hombre, sustentada en la vitalidad de barrios y distritos) en el programa electoral y que es imprescindible fijar en la conciencia colectiva de la ciudadanía madrileña para que se aparezca, de cara a 2015, como una necesidad objetiva, derivada del trabajo continuado de los socialistas en la Casa de la Villa y en los barrios  y no como una suma de ocurrencias de última hora .

Viene esto a propósito de la noticia que el pasado 8 de mayo publicó el diario El País respecto al crecimiento urbanístico de la ciudad en los últimos años. Se trata, en lo esencial de una "autocrítica" que descansa, en sus lineas fundamentales en tres principios: el plan de 1997 estaba sobredimensionado, era un plan acorde con la política del ladrillo que llevó a la burbuja inmibiliaria; definía un modelo de ciudad colmatada, sin apenas espacios para otras actividades que no fueran la residencial; estaba pensado no para potenciar de firme el transporte público sino para "desincentivar el transporte privado", lo que conllevaba una política de túneles y otros pasos dirigidos a facilitar el acceso del coche a la ciudad; apenas había espacios para el desarrollo económico, para la industria y para las pequeñas empresas; la convivencia y el bienestar colectivo a través de los equipamientos sociales ocupaban un segundo o tercer plano. Todo se fiaba al desarrollismo financiero (Madrid, "ciudad de negocios") y al crecimiento hasta el límite del suelo residencial. Es decir, la política no orientaba, guiaba, dirigía los procesos económicos, sino que se sometía a ellos.


El Plan se diseñó en años de euforia, de mitificación del crecimiento (todos recordamos cómo la derecha descalificaba el "plan Mangada", elaborado bajo el gobierno de Tierno Galván, y las directrices de ordenación del territorio de la Comunidad de Madrid diseñadas en los años de la presidencia de  Leguina, porque "limitaban" el desarrollo de Madrid). De esa política rendida al desarrollismo ilimitado hemos pasado al crash: miles de hectáreas de suelo declarado urbanizable residencial sin posibilidad de desarrollo, miles de viviendas vacías y numerosos bloques y urbanizaciones inacabadas en barrios sin perspectivas de ser terminados, inexistencia de espacio para la actividad económica, carencia de los aparcamientos disuasorios junto a los grandes intercambiadores del transporte que desde finales de los 80 se vienen demandando: es decir, la ciudad de la derecha, afianzada bajo el mandato de Ruiz-Gallardón, incluso potenciada por su visión megalomaníaca del desarrollo urbano. Y así nos ha lucido el pelo.

Para los socialistas, es necesario reforzar la dimensión política de la mirada sobre la ciudad de Madrid, huyendo de la pura visión tecnocrática. Una mirada que transmita a la ciudadanía ambición y perspectiva a compartir. A mi juicio, el proceso de elaboración del nuevo Plan General es una oportunidad de oro para  ello. Dado que incluso la crítica hecha pública en el diagnostico del propio Ayuntamiento confirma gran parte de los análisis elaborados por el PSOE en su programa, deberíamos ser los socialistas quienes apareciéramos, desde ya y de manera pública, definiendo los ejes por los que, desde una óptica reequilibradora, integrada, sostenible y con capacidad para generar empleo, debería ir ese plan. Un trabajo que requeriría comprometer no sólo la labor de los cargos públicos, sino la complicidad y la implicación de los secotres profesionales vinculados con el urbanismo. Arquitectos, sociólogos, economistas y representantes de entidades ciudadanas y culturales (no sólo los que ya cuentan con una larga experiencia de colaboración, sino los de las nuevas promociones, cuya implicación en un nuevo modelo de ciudad seria incluso una necesidad para su futuro profesional una vez dinamitada la burbuja inmobiliaria).  Esa iniciativa elevaría sustancialmente la calidad de la presencia municipal socialista en la ciudad de Madrid, tendría efectos en el Área Metropolitana (con la que habría que contar en el diseño del nuevo Plan) y sería un referente para otras grandes ciudades hoy hegemonizadas políticamente por la derecha. Y, sobre todo, reforzaría  la dimensión política de la actuación socialista en la ciudad de Madrid. Es decir: vuelto alto y política con mayúsculas.

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